“Maricló salió a pasear
y la luna la seguía
como si fuera un perrito
de lana blanca y pulida.
Maricló se fue a la plaza
para ver las siemprevivas
y la luna daba vueltas
en todas las calesitas,
se bañaba en los estanques
se adornaba con glicinas,
y tomaba coca-cola
jugando a las esquinitas.
-Luna, no corras así,
luna, quédate quietita-
le decía Maricló
que se moría de risa.
Pero la luna perrito
rodando hasta ella venía,
y los pies le acariciaba
con lengua de plata fría.
Maricló vació su red
donde llevaba vainillas,
y metió la luna adentro
para tenerla tranquila.
Todos venían a ver,
todos tenían envidia,
y Maricló se paseaba
con su luna calladita.
Pero cuando fue de noche
y a su casa se volvía,
las estrellas la llamaron
con sus blancas vocecitas.
-¡Oh, Maricló, no te lleves
nuestra luna tan querida!
El cielo está triste y negro
sin su lámpara encendida!
Ella miró hacia lo alto,
vio llorar las estrellitas,
con lágrimas como peces
que caían y caían.
Y como le daba pena,
Maricló soltó las cintas,
y dejó salir rodando
la luna medio dormida.
Y antes de entrar a su casa
vio que la luna subía
como un globo de domingo
llevado por golondrinas”
Fue un escritor, profesor y traductor argentino.
1914 (Ixelles) Bélgica - 1984 (París) Francia
Tomado del muro, de la querida poeta Ana Gervasio
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