Tal como dice el título, el objetivo es rescatar y difundir textos de autores de todos los tiempos,èditos,inèditos,conocidos, desconocidos, argentinos,latinoamericanos, universales.

miércoles, 13 de junio de 2018

Elbis Gilardi

La imagen puede contener: Elbis Gilardi, sonriendo, sentada


Cuando florece marzo

Està casi asfixiada la azucena de la noche.
Los ángulos oscuros de la esquina
inventan relojes en los barrios
trastocando el tiempo en los tapiales.
La noche atacada por la estrella
se ha cortado las venas màs oscuras
y un millón de  lunas plañideras
auxiliaron el costado de la infancia.
Pero marzo sigue floreciendo
en este  calendario de luceros.
Conserva la azucena porque yo
nacì morada de su vientre
cuando algunas madres de este mundo
recortaban orgasmos al otoño

Brinkman, (Cordoba), Argentina. Poeta, narradora.

jueves, 7 de junio de 2018

Raquel Piñeiro Mongiello

La imagen puede contener: Raquel Piñeiro, sonriendo, primer plano

Ese otro cuarto

En ese otro cuarto se van desbordando
todos los relámpagos porque no estoy distante
ni me reguardo,
desciendo a otros umbrales
donde se va gestando sin clemencias
una nueva respiración
que desde siempre me empapó
me ayudó a caminar descalza
a descubrir mi frente, en el nuevo sonido,
en la erosión de tantos días.
Quizás en otro cuarto
esté mi pan, mi canción, mi paréntesis,
donde entro y salgo, donde no hay puertas
y en esa medida irregular de sensaciones
voy subiendo páginas,
para morir con los ojos abiertos
y regresar reconciliada.

De Rosario (Santa Fè) Argentina. Vive en Funes (Santa Fè). Poeta

lunes, 4 de junio de 2018

Poldy Bird

Resultado de imagen para poldy bird

La Jirafa de azúcar


Para mi tía Sarita

Bueno, tu familia también tiene su historia, ¿eh mamá?
Por ejemplo, tu tía Sarita... ¿Cuántos años vivió metida en la cama, sin salir a la calle?
Oído así parece grave...
No sé cuántos años... muchos. Desde que yo tenía siete, hasta que se murió.
Y aunque parezca mentira, nunca me pareció “encerrada” en la casa. Veo a un montón de personas encerradas en prisio­nes verdaderas mientras caminan por las calles, engañan o son engañadas, fuman rabiosas en mesas de bares, llevan la soledad y el odio pintados en los ojos.
Jamás se conmovieron por sencillas his­torias de amor teatralizadas por la radio. No sueñan. No creen. No hablan más que de “pertenencias materiales”, su status es una etiqueta de marca cosida en el trasero del jean, o bordada en el bolsillo de la camisa...
A ella nunca le importaron esas cosas.
-Pero se lavaba las manos con alcohol.
-¿Y qué? Se lavaba las manos con alco­hol, pero no las usaba para contar dinero de coimas v negociados. Sus manos “sin micro­bios” no golpearon a nadie.
-Tampoco acariciaron.
-Ella no usaba las manos para acari­ciar, pero me acariciaba con cientos de cosas que son caricias para una niñita... ¿Con qué te acarician tus normales y sanas tías?
¿Cuál de ellas le puso a tu alma un par de alas de mariposa para que volara con la músi­ca de Brahms y Wagner? ¿Te hablaron de las copas de cristal rotas por una aguda nota de la garganta de María Barrientos? ¿Te hicieron entornar los párpados mientras pasaban un disco de Enrico Caruso por la radio? ¿Te contaron, como si fueran cuentos las histo­rias inolvidables de las óperas, mientras las transmitían desde el teatro Colón? ¿Te explicaron los colores de la selva de Tarzán?
Sentadita a los pies de su cama, yo me maravillaba con el tamaño que cobraban las mosquitas cuando ella las veía, ¡ocupaban una habitación cada una!
Con mi tía Sarita podía hablar de cual­quier cosa: de mi mamá muerta, de los fan­tasmas que te tiran de los pies y te despier­tan, de la mala de Isabel que me pegó un caramelo en el pelo durante el recreo de las diez.
Ella creía lo que yo decía y yo le leía mis versos y no me avergonzaba de llorar teatralmente para impresionarla.
En un mundo en el que todos estaban apurados, ella tuvo tiempo para la niña que le ponía demasiada manteca a los scons.
Para ella fui preciosa, inteligente, sensible, creativa.
Cuando aún no estaba en cama, cuando, todavía iba al centro en tren, me compraba a malitos de azúcar: unas confituras preciosas coloreadas que me comía de a poquito, así duraban más.
La que me gustaba era la jirafa, a la jirafa le dibujaba pestañas...
Ella, mi tía Sarita, me enseñó lo que es la confianza.
Jamás se le ocurrió imaginar que su espo­so Pascual, que vivía con su hermano François (Fransuá, el francés que regresó vivo de la segunda guerra, a la que fue a com­batir voluntariamente) hubiese podido siquiera “mirar” a otra mujer; aunque con ella no convivía desde que la “neurosis obse­siva” la confinó a una cama.
Todos los jueves y domingos, durante los años que vivió, Pascual la visitaba, con su bandeja de masas para el té, su voz alegre y alta, sus entusiastas “¡Bravo, bravo!” cuando algo le parecía interesante. Jamás faltó. Jamás se quejó.
Y a ella le brillaban los ojos claros al oír el timbre de las cinco menos diez cada jueves, cada domingo.
Él, mi tío Pascual, me enseñó lo que es el respeto...
Como verás, mi familia también tiene su historia.
De la más dramática, aprendí a amar a Chopin y Paganini, a Verdi y Beniamino Gigli, a llorar por la Traviata y Madame Butterfly, a aplaudir sin ruido los pasajes armoniosos de Sílfides, de Pedro y el lobo, a cerrar los ojos para “mirar” las historias de la radio...
Viajé más kilómetros sentada a los pies de la cama de mí tía Sarita, a los ocho y nueve años, a los diez años... que los que recorrí después, durante el resto de mí vida...
Imaginate...
Una jirafa de azúcar...

Escritora y poeta argentina nacida en Paraná, Entre Ríos. Viviò en Buenos Aires. Falleciò el 1 de junio de 2018.-

Cuento publicado en Revista Literaria “Mapuche” Nº 46 - Primavera de 2008.`